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PÁRAMO, UTOPÍA, IMPLICANCIA

páramo (Del lat. parămus, voz de or. prerromano).

1. m. Terreno yermo, raso y desabrigado.

2. m. Lugar sumamente frío y desamparado.

 

Los páramos son espacios de nieblas, lloviznas y arremolineantes nubes adheridas a las rocas y al viento. Lugares encubiertos, sombríos, ignotos, donde los horizontes se multiplican y la totalidad se hace patente. El páramo reúne en torno suyo las energías de la vida y el hombre las ha vinculado siempre a sus dioses, a esas fuerzas que no acaba de entender o dominar

A. Josan

 

La utopía es, esencialmente, un “cumplimiento de deseos” –Wish fulfilment, (...): un cumplimiento de deseos colectivos [(un deseo colectivo y un cumplimiento, a su vez, colectivo: “a collective wish-fulfilment”]. Representa la emergencia a la superficie de estos deseos inalcanzables que todos nosotros, todos en esta sociedad, tenemos al respecto de la colectividad. En el cumplimiento de los deseos la utopía expresa esa profunda ausencia de comunidad, este anhelo de comunidad, algo que en la sociedad individualista actual echamos de menos.

Fredric Jameson 

 

 

Cada cosa se esfuerza, cuanto está a su alcance, por perseverar en su ser.

Baruch Spinoza

“¿Cuál es el propósito?” preguntaba Nuño[1].

¿Qué es tener un propósito? ¿Cuáles son los alcances reales de esa pregunta?

¿Tiene que ver con el conatus[2] espinoziano? “El esfuerzo inexorable”?

Con alcanzar algún tipo de homeostasis/homeodinamia? Un estado de bienestar?

Una vez saciados nuestros deseos naturales básicos, qué nos queda?

Si despegamos la mirada del ombligo y ampliamos el territorio a contemplar: nos queda el otro, la pre/ocupación por el otro. Ese otro que me implica.

Y la constatación de un otro fuera del estado de bienestar abre la mirada al “sistema”. Y al fracaso de los “otros” sistemas.

Los ideales se fueron corrompiendo, asimilaron la lógica mercantilista, se dejaron engullir, etc, etc. >> un estado de desencanto generalizado

La cuestión es ¿Cómo nos disponemos ante esta nueva situación?

¿Podemos visualizar una alternativa real al capitalismo, un futuro fuera del sistema? ¿Somos capaces de imaginar algo que no existe aún en este mundo?

Desempolvemos la noción de utopía ¿Por qué ese término está tan bastardeado?  Aunque suene panfletario: quizás no podemos desprenderlo de la sensación de un fracaso estrepitoso, una sensación impuesta por los dueños del poder en un sistema perverso que busca perpetuarse.

Una guerra real sucede en nuestro sistema nervioso día a día.

Impera una lógica publicitaria, un atontamiento de los sentidos y los deseos.

Nos vamos anestesiando, recluyendo, borroneando, ante el bombardeo de estímulos cada vez más estridentes, sintéticos y ubicuos.

Ante esto: nos queda volver a la sensación, a los afectos, a la duración, a la percepción mínima, a los estados contemplativos.

Precisamos urgentemente dar espacio y tiempo para que crezca el deseo.

La utopía precisamente tiene que ver con un impulso, un movimiento que nos empuja hacia la concreción del deseo, un deseo que alberga la ilusión de un futuro espacio-tiempo de bienestar.

Es por lo mismo motor de toda migración y toda revolución.

A veces las utopías de unos son el revés de las utopías de otros, se vuelven distopías[3]. La contradicción de intereses entre conquistadores y conquistados, gobiernos, dictaduras, pueblos y próceres supone movimientos en sentidos opuestos que derivan en colisiones estrepitosas e inesperados horrores.

Entonces, ¿es pertinente hablar hoy de un impulso utópico colectivo? ¿desplegar una imagen de paraíso en común?

En algunos grupos humanos se percibe un cierto anhelo de comunidad y una necesidad de contacto con la “naturaleza”: la utopía pastoral, la fantasía de vivir en el campo, lugar idílico. Pero la “naturaleza” resulta ser bastante cruel y despiadada. Lo “natural” conmueve y violenta a un ser humano acostumbrado al confort artificial.

¿Es posible disponerse amorosamente frente a esto? ¿Cuál sería la estrategia? ¿Se puede “diseñar” un modo de estar que amalgame el bicho que somos hoy con la naturaleza que dejamos atrás? ¿se recuperan/despiertan los instintos?

 

Un poco en esto andamos, procurando un agrupamiento de seres humanos diversos para pensar juntos (y de algún modo ficcionar) estas y otras cuestiones.

¿Qué implica hacer coincidir una ética personal y una ética del hacer artístico? ¿Cuál es nuestra postura política, nuestro modo de resistir (insistir)? ¿Cómo nos implicamos para desviarnos de lo aparentemente predeterminado?

 

Una posibilidad es disponerse en una zona ambivalente que concilie ideas o imágenes aparentemente antagónicas. Ese solapamiento eventualmente puede dar lugar a otras lógicas, o por lo menos generar un corrimiento de nuestras regiones de confort.

 

De nuevo Nuño: “Lo importante es estar vivo”

De ahí en más todo es (potencialmente) posible.

(...) la función política de la utopía consiste precisamente en interrumpir y/o romper nuestras ideas heredadas al respecto del futuro: romper ese futuro prefabricado. Incluso aunque no se acepten los términos de una visión utópica particular, es central para una forma de política genuina luchar, antes que nada, por la interrupción y ruptura de ese futuro falsificado.

Fredric Jameson

 

Implicarse es retomar «la situación para hacerla tangible» y, por tanto, transformable. Antes que transformar la realidad hay que hacerla transformable. Esto es lo que el poder hoy neutraliza constantemente, cuando nos hace vivir, como si no estuviéramos en el mundo: vidas autorreferentes, privatizadas, preocupadas, anestesiadas, inmunizadas. Vidas ahogadas en la ansiedad de no poder morder la realidad.

 

Cambiar el mundo no es cambiar de mundo. Cambiar la vida no es pensar que la verdadera vida está en otra parte, que es siempre otra. No hay otro mundo ni otra vida. Sólo ésta. La mía. Sin curación ni salvación.  En un solo mundo que es nuestra dimensión común.  Interrumpir la normalidad del mundo, está ligado a la vez a una exigencia y a una imposibilidad. Es una llamada a «estar-juntos» que sólo se realiza perdiéndose.

 

Marina Garcés.

Desde hace un tiempo pensar en el medio artístico local nos devuelve una imagen, el ouroboro: la serpiente que se muerde la cola.

También lo llamamos endogamia, por ello entendemos lo que vuelve sobre sí mismo y se autoreferencia. Al mismo tiempo aparecen ciertas tendencias que parecen afirmar una identidad o un modo contemporáneo de hacer. Entonces surgen variables posibles para pensar esta cuestión: relacionarlo con los modos de producción de las lógicas mercantiles operantes y con los modos ofertados de consumo, lo preponderante y hegemónico, lo que cubre los canones pre-estabecidos y reconocibles derivados muchas veces de poderes gestionales e institucionales. Lo dispuesto como lo normal en el mundo. Entonces aparecen una y otra vez efectos estéticos o de accionar reconocibles, muchas veces tranquilizadores, algo que parece no modificar ni al que especta ni al que hace obra. Otra variable que es frecuente es la de utilizar el hacer como camino para obtener otros objetivos bastante cercano al éxito personal, a la carrera de méritos, produciendo sin perjuicio de estar generando previsibilidad y conformismo en la recepción, en definitiva generando una predisposición al consumo soft.

 

La implicancia entonces aparece al poner en la acción el cuerpo y los afectos.

Con afectos no nos referimos solo a las emociones sino a la afección, a lo que ocurre y modifica, lo que nos mueve del lugar, saberse implícitamente involucrados porque ya nos esta ocurriendo y cualquier acción nos trasciende a pesar nuestro.

Pero la propuesta de pensar y accionar desde la implicancia es algo que nos genera también dificultades, resistencias, dudas y ansiedades.

 

Partimos de algunas imposibilidades, tenemos un mundo que no nos contenta y esta lleno de desigualdades e injusticias, el devenir de nuestras ocupaciones muchas veces nos alejan de las cuestiones que nos preocupan.

 

La implicancia es también pensar posible que aquello para lo cual nos formamos o aquello a lo que nos dedicamos; o nos formamos y no nos dedicamos; o no nos formamos pero nos dedicamos, todos sean al mismo tiempo saberes transformadores de la "normalidad" del mundo.

 

Acá es cuando aparece la práctica de la implicancia como una irrupción, un corte para el vacío potencial, esa incisión que descarrila al devenir y nos coloca en una situación nueva.

¿Por qué hacer algo? ¿Para quién? ¿Con qué idea? Estas preguntas se escamotean hoy en el apartado de «objetivos» de cualquier proyecto. Pero ¿realmente nos damos el tiempo y las condiciones para pensarlas a fondo y para atravesar las crisis que se abren en nuestros propósitos y en nuestros contextos? No poder hacerlo condena a la creación a un activismo sin sentido en el que las ideas no pesan nada ni dejan ningún rastro. Sólo circulan, flotando en la insignificancia, para hacer viable el consumo continuo de proyectos. Experimentar y compartir el sentido de una idea, exponerse a su fracaso o atreverse a hacerla funcionar sin controlar sus consecuencias, es hoy una labor de resistencia.

 

Marina Garcés

Entonces hacer desde unas ganas de provocar y provocarnos, de atravesar mundos de saberes y potenciarnos desde las particularidades, maravillarnos y emocionarnos con las entregas y búsquedas de los otros, los despertares y estados de los otros, las complejidades y lo sorprendente de los otros, de lo imprevisto de estar juntos.

 

Un mundo que es nuestro y que hemos provocado que no es el mundo "normalizado" sino el lugar de la grieta, del vacío potencial del PARAÍSO PÁRAMO.

Los seres vivos son entidades improbables y enormemente alejadas del equilibrio, sistemas frágiles e inestables que navegan contra corriente, oponiéndose a la tendencia universal hacia la entropía y el desorden resumida en la segunda ley de la termodinámica. Es sorprendente que haya seres vivos, y que no todo se reduzca a rocas y gases y plasmas. Estos sistemas tan excepcionales sólo pueden surgir, mantenerse y reproducirse a base de detectar, procesar, almacenar y usar información. La existencia, por efímera que sea, de un ser vivo es casi un milagro, es algo tan inverosímil y asombroso, que sólo puede explicarse por la aplicación simultánea y coordinada de miles de trucos sofisticados. Por muy rebuscado e improbable que sea un truco, una vez descubierto, registrado y almacenado, puede ser aplicado una y otra vez en millones de ocasiones y en millones de organismos. Un truco es información. Y, sin esa acumulación de información, la vida sería imposible. El uso de esa información acumulada nos permite a los organismos remontar la universal corriente entrópica y seguir avanzando como funámbulos sobre el abismo. Y aquí estamos nosotros para contarlo.

Jesús Mosterín

 

 

[2]  "El conatus incluye tanto el ímpetu para la autopreservación frente al peligro y las oportunidades, como las múltiples acciones de autopreservación que mantienen juntas las partes de un cuerpo. A pesar de las transformaciones que el cuerpo tiene que experimentar a medida que se desarrolla, renueva sus partes constituyentes y envejece, el conatus continúa formando el mismo individuo y respetando el mismo diseño estructural.” “¿Qué es el conatus de Spinoza en términos biológicos actuales? Es el conjunto de disposiciones establecidas en los circuitos cerebrales que, una vez activadas por condiciones internas o ambientales, buscan tanto la supervivencia como el bienestar."  Antonio Damasio. En busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción y los sentimientos

 

[3] Distopía: sociedad ficticia indeseable “ del griego δυσ- (dis) "malo" y τόπος (tópos) "lugar, paisaje, escena". /utopía: Tomás Moro de ευ- (ef) "buen"2 y τόπος,3 do 'buen lugar', lugar imaginario, no existente donde habita una sociedad idealizada.”

* Las imágenes fueron tomadas durante el proceso de trabajo que incluyó una residencia artística en el campo y ensayos en el edificio del Cabildo de Montevideo. Los textos fueron elaborados /seleccionados por Patricia Mallarini y Mariana Marchesano.

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